literatura

Paz infinita

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Llegaste para traernos paz entre los vestigios de tanto dolor.
Llegaste para hacernos saber que recomenzar es posible, que quedan razones para luchar, amar, ser feliz.
Sos como un bálsamo que me tranquiliza. Sos una brisa fresca en medio del desierto. Sos tan chiquito y a la vez tan grande, con tu sola presencia mi mundo irradia luz.
Te tengo en mis brazos y es tanto lo que siento que es inexplicable.

Recuerdo el día que me enteré de que venías como si fuera ayer.
Yo viajaba y me llegó ese mensaje que hizo temblar todo mi universo.
Una cantidad inmensurable de sentimientos encontrados se agolparon en ese momento en mi pecho. Amor, felicidad, algo de nostalgia, y miedo. Miedo, sí.
Miedo a que te pasara algo.
Con lágrimas cayendo por mis mejillas por el desborde de emociones, rogué a Dios que, así como te había mandado con nosotros, también te protegiera.

Fueron unos muy largos nueve meses. Mi amor crecía sin límites pero los miedos aún me perturbaban.

Me acuerdo el día que tu mamá llevó mi mano a su panza y en ese mismo instante pegaste tu primera patadita. Me quedé completamente inmóvil. Otra vez todos esos sentimientos y vos diciéndome «estoy acá, tía».

El tiempo jugó conmigo y, así como lo sentía lento, pasó como un as de luz.

Y llegaste un día impensado, cuando recién estaban por internar a tu mami. Mis miedos se multiplicaron. Pero mi hermana con lágrimas en los ojos me dijo «tengo mucho miedo», asique, acallando mis propios temores, le infundí fuerza y valor; sin embargo, cuando la llevaron a la habitación no pude contenerme más y me quebré.

Mis miedos fueron totalmente infundados y llegaste a este mundo sano y salvo.
Mi tranquilidad era absoluta, pero nada se comparó a la primera vez que te tuve en brazos.
Fue paz infinita.

A un mes de tu nacimiento me has hecho crecer y madurar a pasos agigantados. En cada cosa que hago estás presente y antes de decidir hacerlas, pienso en las consecuencias que pueda llegar a tener.

No me importa nada más que tu felicidad.

Hay momentos en los que te tengo en mis brazos y siento que tu abuelo está acá con nosotros; y yo no puedo más que pensar que, aunque el dolor fue muy grande, hoy todo está en su lugar. Y así es perfecto.

Mi más preciado tesoro: mi corazón, mi alma y mi vida te pertenecen

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